miércoles, mayo 28, 2008

El persistente afán de provocar: feminismos, prácticas artísticas y producción de subjetividades


Texto preparado y leído en:

1968 - MAYO – 2008
Jornadas Culturales en Bellas Artes - A 40 años del Mayo Francés
"La imaginación al poder"
27 de mayo del 2008 - Neuquén




Hasta el capuchón en que habito, desde muy lejos, me llegan el latir del mundo, sus silbidos y alaridos, con los cuales me atreví a armar, soñando, estos gajos, estas misas con luz violeta.

Marosa di Giorgio. “Misales”



Fugitivas del desierto es la encarnadura de un modo de existencia provisional e híbrido, arrastrada por pulsiones múltiples y dispares. Perseguimos ampliar los horizontes de nuestra libertad, atreviéndonos a "ser otras", distintas de las que nos asignan en forma predeterminada; denunciamos a través de la visibilidad lésbica, el carácter construido de ciertas normas que se presentan como naturales, haciendo especial eje en la heteronorma (esa ficción que pretende hacernos creer que la heterosexualidad es natural). Ensayamos la vertebración de un activismo radical que se erige en primera persona –y autofinanciado- en un contexto marcado por el avance de los fundamentalismos de mercado, de derecha y religiosos.

Para ello, creamos dispositivos de intervención política a través del arte; en ese marco, nada nos es ajeno para expresar -con lenguajes que se combinan en su posibilidad de caos- nuestra mirada corrosiva del mundo. Nuestras acciones políticas devienen de articular teoría, política y arte, que primero hacemos pasar por nuestras propias vidas y cuerpos, siendo siempre esas acciones situadas, es decir, pensadas y configuradas para un determinado espacio socio-político y urbano.

Nuestro repertorio de prácticas provienen de múltiples saberes que se entrelazan, allí están: el comic, el tatoo, la poesía, la ciencia ficción, la novela policial, la pedagogía crítica y postcrítica, la filosofía contemporánea, las artes visuales, el diseño gráfico, el vegetarianismo y la preocupación por el invisible y persistente genocidio de animales, las disciplinas orientales, la teoría queer y feminista, la informática, los estudios culturales, las prácticas sexuales no-reproductivas, etc. Saberes que nos constituyen a nosotras mismas y a partir de los cuales montamos la acción (textos poético-políticos, instalaciones, intervenciones urbanas, objetos-políticos, etc). Desde un contrapunto irónico y con ánimo intrépido e inconformista, dejamos nuestras marcas deliberadas polisémicas en el espacio público, desafiando y provocando –seduciendo- al común de la gente a su lectura/interpretación. Sexualizamos la escena cotidiana, ponemos en evidencia el poder de la marcación del sexo y sus asimetrías; la lesbianizamos, haciendo visibles los placeres sumergidos y prohibidos.

Si pensar es una máquina de guerra, según Deleuze, estamos aquí para establecer unas posibles coordenadas semióticas-materiales de lectura de aquel acontecimiento de agitación político-cultural que fue el mayo francés del ’68, desde nuestras topografías corporales que se alzan en este mundo del capitalismo post-industrial. Por eso, nos imaginamos al encarnar fugitivas como un laboratorio de recursos contra-hegemónicos desde el cual activamos prácticas y estrategias de resistencia mediante un trabajo creativo que cuestiona los límites de la privatización de los conocimientos.

Definidas por los dispositivos de control de la sexualidad como mujeres, nosotras queremos intervenir ese modelo normativo que restringe y constriñe los usos del cuerpo en función de su genitalidad, para montar otros placeres y afectividades de acuerdo a nuestros deseos. Nos autodefinimos como lesbianas, una identidad política que usamos para marcar una línea de visibilidad ante la normatividad sexual impuesta por el régimen político de la heterosexualidad que decide ignorarnos, silenciarnos, negarnos. Enunciarse como lesbiana es entonces hacer frente a un modo de vivir el deseo que es expulsado del espacio de lo nombrable e imaginable en el espacio social, del orden legítimo del mundo. Es asumir el lugar de la abyección, una identidad proscripta y despreciada, para hacerla productiva y habitable en nuestros propios términos.

Adscribimos a una política identitaria en tanto ficción necesaria para la acción política, por ese motivo nos afirmamos como lesbianas en todo espacio en el que se nos niegue la existencia. A su vez, incitamos a la proliferación de identidades como forma de deconstruir la identidad monolítica y ampliar los espacios de identificación y enunciación ante la norma binaria heterocentrada que nos naturaliza como hombres o mujeres, masculinos o femeninos, homosexuales o heterosexuales. Ya sabemos, pues, que lo que se nos quiere presentar como una cuestión de preferencias sexuales, en realidad son procesos disciplinarios, tecnologías de género, re-naturalización de mayorías y minorías sexuales para reforzar los marcos capitalistas-patriarcales. Por ello, tener derecho a nombrarse equivale a tener derecho a vivir.

Somos feministas porque articulamos nuestra mirada del mundo a partir de sacudir las ficciones de naturaleza que los regímenes normativos nos imponen para vivir nuestras vidas. El feminismo es para nosotras una praxis que articula esferas que el sistema de pensamiento occidental y cristiano, nos presenta como separados: cuerpo/mente, público/privado, razón/emoción, entre muchos otros. Las teorías feministas han subrayado el carácter social y políticamente construido de los sexos, los géneros y las sexualidades, criticando la concepción autónoma y universalista de la representación y desenmascarando las estructuras de poder que la hacen posible.

Las aportaciones del feminismo, tanto epistemológicas como políticas, son fundamentales para comprender las condiciones de posibilidad para inventar otros sujetos, otros modos de intervención política. Sin embargo, todavía persiste el estereotipo del feminismo como “odio hacia los hombres”, que es una forma de desactivar su potencial político.

Nos apropiamos e intervenimos en la producción de un feminismo queer, que es el emergente teórico y político de las derivas y mutaciones de los distintos feminismos. Ya no se ocupará sólo del sujeto “mujeres” y la desnaturalización de las desigualdades de género, sino que tenderá a subvertir las convenciones de género, socavando la representación del mismo como algo auténtico, normal y natural, además se interesará por la creación de identidades fluidas, no binarias, como forma de deconstruir la identidad y de desestabilizarla, así como ofrecer espacios de identificación a una gama de posibilidades corporales más amplia. Estos movimientos de deseos y cuerpos disidentes han puesto en cuestión la división tradicional entre espacio público y privado, a través de las luchas por el acceso a la visibilidad en el espacio público y, a su vez, han suscitado críticas radicales de lo que Foucault llamaba las "arquitecturas de encierro" (el espacio doméstico, el colegio, el hospital, la fábrica, etc.), entendiendo estos dispositivos espaciales como tecnologías de producción y control de la subjetividad. Sin embargo, en nuestra región todavía sigue existiendo cierto pánico sexual en otros movimientos sociales, como de derechos humanos, trabajadoras/as, estudiantiles, etc., que siguen secundarizando cuestiones de género y sexualidad o lisa y llanamente negándolas.

El feminismo como teoría del discurso o como teoría crítica de los géneros/sexos sigue siendo prácticamente ignorado institucionalmente, al tiempo que manipulado y cosificado en gran parte de los casos en que se utiliza desde una perspectiva que termina neutralizándola como teoría crítica. Esto les hurta la posibilidad a las mujeres hetero, lesbianas, gays, travestis, bisexuales y personas intersex de comprender la ingeniería del sufrimiento a las que nos somete el orden sexual dominante y cómo intervenir para boicotearla.

Queremos traer al presente una consigna del mayo francés que condensa la relación entre vida, política y arte, para pensarla en estas coordenadas y activar su novedad radical en el contexto actual. “La imaginación al poder” es la herencia de ese momento de convulsión, pero su potencialidad no puede re-actualizarse sin pensar el presente, es decir, el momento histórico que nos ha tocado vivir, que ya no es el mismo que el de aquellos años (recordemos sino los disturbios en Francia del 2005, protagonizados también en su mayoría por estudiantes pero impulsados por tensiones raciales, religiosas y, sobre todo, por la miseria a que se ven sometidos). Sólo para nombrar algunas mutaciones del mundo, el capitalismo se ha rearticulado con ferocidad y ahora son las leyes del mercado las que tienen el poder constituyente de subjetivación. El Estado ha transformado su función y se convirtió en un mero administrador de recursos cada vez más escasos en las democracias liberales.

La imaginación del siglo XXI es una compleja trama de imágenes digitadas por los códigos publicitarios, el cine y video, la televisión, Internet y los juegos electrónicos (quien más, quien menos tiene acceso a alguna de estas instancias). Ni siquiera el cuerpo contemporáneo es el mismo, construido bajo distintos modelos políticos, que afectan de manera distinta a los diversos órganos. Por ejemplo, la nariz es un órgano regulado por las leyes del mercado tecno-mediático y se constituye en propiedad privada de los sujetos; lo mismo podemos pensar de los senos: somos libres -mientras tengamos el dinero para ello- de intervenirlas mediante una cirugía plástica, sólo que ahora es el mercado el que nos disciplina a crear cuerpos definidos por una feminidad estándar, hegemónica, normativa e incitada por el ojo pornográfico del tecno-capitalismo. Mientras tanto, el pene, la vagina y el útero continúan siendo órganos estatales y no le pertenecen al sujeto, ya que cualquier transformación que querramos hacerles tendrá que pasar por un protocolo médico-psiquiátrico establecido por el Estado. En este sentido, los cuerpos de las mujeres siguen siendo capturados por la maquinaria estatal y el control religioso, al no disponer del derecho al aborto, entre muchas otras cuestiones. Hay una mayor visibilidad -alentada por los medios y el consumo- de las identidades sexuales no normativas (gays, lesbianas, travestis, pero en especial de los primeros por su poder adquisitivo y la promoción del capitalismo “rosa”), sin embargo, somos cuerpos despojados de cualquier tipo de derecho, como también lo son las/os pobres, las/os migrantes, los pueblos originarios. La precarización del trabajo y de la vida es el signo de estos tiempos.

Entonces, ¿cómo intervenir hoy en este marco de transformaciones económicas, políticas y sexuales que se afianzan en generar plusvalías a partir de nuestros cuerpos en los espacios públicos instituidos por el capitalismo postfordista? ¿cómo pensar la consigna la “imaginación al poder” frente a la super-explotación capitalista, la exacerbación del racismo, la vigencia del hetero- patriarcado?

La apuesta, desde nuestro lugar, como lesbianas feministas anticapitalistas es doble, porque es estética y política. Política porque insiste en la tarea de pensar qué queremos/deseamos de nuestras vidas y cuáles son las condiciones de posibilidad para que otros modos de vida tengan lugar. Hacer política significa pensar cómo las ideas se traducen en análisis del propio contexto político y en la manera de intervenir en el mismo para cambiarlo. Y también es una apuesta estética porque estos modos de existencia se articulan en maneras particulares de expresión y producción de signos y símbolos, es decir, requiere de sensibilidades indómitas que politicen la vida cotidiana. No hay un sentido definido de antemano en esta consigna, porque sino trituramos todo esfuerzo de desciframiento y alentamos su cristalización en dogma.

Queremos enfatizar, en este sentido, algunas argumentaciones que sostienen la trama de estas apuestas, porque para que tenga lugar la mutación hay dejar de ser engranaje, un o una mansa autómata, que funciona irreflexivamente y obedece consignas, reproduce modelos. Adoptar una actitud de extrañeza frente a la escena para que deje ser natural requiere alfabetizarnos en los códigos normativos. La propuesta es pensar dos supuestos que operan al momento de nuestra acción.

En primer lugar, entender el poder en términos de relación. No es una propiedad que se detente desde una instancia única (Estado, padre, sujeto) y se imponga en un único sentido, no es algo que se posee, ni algo fijo. El poder es una relación, algo móvil, fluido y capilar que se encuentra en todas partes y se ejerce desde distintos puntos repartidos en una red de relaciones múltiples. El poder es inherente a las relaciones sociales, no hay relación que esté exenta de poder, y son en esas relaciones que se producen los sujetos. Todo poder implica un saber; saber y poder se implican mutuamente, produciendo un régimen de verdad. Es por ello que el poder, desde la perspectiva de Foucault, se comprende como “productivo”. En este sentido, la sexualidad es construida como un cuerpo de saberes que modela las formas como pensamos y conocemos el cuerpo, por lo tanto, el control no opera a través de la negación o de la prohibición, sino a través de la producción, de la imposición de una red de definiciones sobre las posibilidades del cuerpo. La forma contemporánea que adquiere la relación entre poder y saber es la de la biopolítica. “Gobernar la vida significa trazar sobre el campo continuo de la población una serie de cortes y de umbrales en torno a los cuales se decide la humanidad o la no-humanidad de individuos y grupos, y por lo tanto su relación con la ley y la excepción, su grado de exposición a la violencia soberana, su lugar en las redes –cada vez más limitadas, más ruinosas, en la era neoliberal- de protección social”. (Giorgi, 30-31).

Donde hay poder, hay resistencia reza el axioma contestatario. En este sentido, nos interesa destacar la micropolítica como un escenario político en el cual nos constituimos y que ha quedado obturado y descalificado por ciertas concepciones ortodoxas del poder. No podemos esperar -o delegar -que el Estado abra nuevos territorios de existencia, esa es una tarea que implica un trabajo personal que hay que realizar. En la micropolítica emergen los pequeños relatos, esos que dan cuenta de los mínimos desvíos o líneas de fuga en los códigos normativos e institucionales.

En segundo lugar, entendemos que el arte es una práctica cultural y política que produce subjetividades. Todo arte es político. El arte feminista ha puesto en cuestión todos los códigos sexuales y ha llevado a un primer plano la problemática de la representación: quién representa a quién y con qué intereses. Esta operación ha permitido desmontar los estereotipos sobre las mujeres que, con las representaciones hegemónicas, buscan perpetuar su inferioridad social y minorizarlas socialmente. El arte feminista cuestiona el orden social y cómo se construye, siendo el cuerpo la exploración central porque condensa las categorías de género, sexo, sexualidad, además de la de raza, clase, etc. Bárbara Kruger –artista feminista- afirmaba que el cuerpo se ha utilizado como un campo de batalla.

Parte del debate en torno a mujer y creación se centra en precisar la diferencia entre “estética femenina" y "estética feminista”. “La definición de “estética femenina” suele connotar un arte que expresa a la mujer tomada como dato natural (esencial) y no como categoría simbólico-discursiva. formada y deformada por los sistemas de representación cultural. Arte femenino sería el arte representativo de una feminidad universal o de una esencia de lo femenino que ilustre el universo de valores y sentidos (sensibilidad, corporalidad, afectividad. etc.) que el reparto masculino-femenino le ha reservado tradicionalmente a la mujer, sin poner en cuestión la filosofía de la identidad que norma la desigualdad de la relación mujer (naturaleza)/hombre (cultura, historia, sociedad) sancionada por la ideología sexual dominante. En cambio, la "estética feminista” sería aquella otra estética que postula a la mujer como signo envuelto en una cadena de opresiones y represiones patriarcales que debe ser destruida mediante la toma de conciencia de cómo se ejerce y se combate !a superioridad masculina. Arte feminista sería el arte que busca corregir las imágenes estereotipadas de lo femenino que lo masculino-hegemónico ha ido rebajando y castigando. Un arte motivado, en sus contenidos y formas, por una crítica a la ideología sexual dominante. Y más complejamente: un arte que interviene la cultura visual desde el punto de vista de cómo los códigos de identidad y poder estructuran la representación de la diferencia sexual en beneficio de la masculinidad hegemónica”. (Richards, 47)

La cuestión política de la producción de subjetividad es el frente de batalla principal para todo proyecto que busque reconstruir algunos puentes y anudamientos entre lo político y el arte, potenciando los imaginarios radicales. Por eso, es prioritario interrogar el supuesto idealista-burgués de la estética como contemplación pura y desinteresada de lo bello, en nombre del materialismo critico de una concepción del arte como práctica de signos inserta en las tramas de antagonismos y confrontaciones de la materia social, que permita que lo disidente, anormal, inferior (llámese: mujeres, lesbianas, etc) ejerza su fuerza político-discursiva de desorganización de los mensajes culturales petrificados.

En este sentido, atreverse a tomar parte en las políticas del sentido desde posiciones discursivas discrepantes y no lineales, desde nuestros deseos inadecuados, es aventurar para la consigna “La imaginación al poder” la potenciación critica de aquellas búsquedas tendientes a relacionar las dinámicas de constitución de identidades que huyen de la normalidad -conformadora de sujetos “legítimos” y subjetividades inteligibles- con la creación de nuevos lenguajes y formas culturales que disloquen/desplacen/confronten sus signos con los de la estética dominante.

Se trata entonces, de tomar una decisión: reconfirmar lo ya acordado o buscar audazmente desregular el convenio de formas establecidas poniendo en conflicto los pactos de significación dominante que transan unilateralmente signos, valores, poderes. En la primera opción encontramos que la relación arte-política se distiende y relaja en los acomodos burocrático-administrativos, que hoy invitan al artista a renunciar al radicalismo crítico para dedicarse a la maniobra gestionaria (ver sino la cooptación K). Así nos convertimos en consumidores dóciles de técnicas artísticas, de las técnicas de producción de nuestros cuerpos, de consignas políticas, de deseos predeterminados, de palabras autorizadas, de diálogos cosificados.

En la segunda opción, nos arriesgamos a la construcción de estéticas perturbadoras, mediante la estimulación de las microzonas de agitación y revuelo que sacudan el equilibrio normativo de lo dictado por hábito o conveniencia, creando disturbios en la organización semiótica de los mensajes que producen y reproducen el consenso institucional; ejercitando prácticas desviantes, movimientos en abierta disputa con las tendencias legitimadas por los vocabularios conformistas y recuperadores de la fetichización académica, de la mercantilización estética o de la ideologización política.

Como activistas que establecemos una articulación entre estética y política no podemos dejar de preguntarnos cuáles son los mecanismos de desmontaje crítico que permiten subvertir la organización heteropatriarcal y capitalista de los registros sociales de fabricación de sentido. La insumisión de la experiencia tanto del/la estudiante francés/a del ‘68 como la del/la hacker de cualquier tipo de sistema del siglo XXI, es una huella disponible en la cartografía de la disidencia.Recapturar la imaginación política que articule luchas de interés (luchas reivindicativas de derechos) con luchas de deseo (luchas expresivas de las opciones de cambio que buscan rediagramar la microcotidianeidad social) es tal vez la forma radical de astillar un presente tan uniforme y mediocre.

Las palabras hacen posible los gestos mínimos que dan lugar a las grietas de la potencia intempestiva. Estos son nuestros pequeños gajos, tan intensamente eróticos como los de Marosa, armados con la luz del arco iris, y también con colores que aún no tienen nombre.


fugitivas del desierto- lesbianas feministas / mayo del 2008.-

miércoles, mayo 21, 2008

La cadena normativa


Diccionario, de uso frecuente en las escuelas, que insiste en una cadena de significación que sigue condenando la disidencia sexual y produciendo el orden heterosexual. Una herramienta precisa para delimitar los sentidos y los usos de las palabras, los cuerpos y deseos. Todo un océano de homo/lesbofobia.

Editorial Océano de México. 2006.

lunes, mayo 19, 2008

Sube...sube.... la marea lesbiana



Intervención urbana - "corpus inscriptus/sedición carnal"



El 17 de mayo de 1990, la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) suprimió la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. La homofobia es la práctica sistemática e institucional de miedo, aversión, rechazo y hostilidad hacia los gays. La lesbofobia nombra el carácter específico que adquiere esta violencia hacia las lesbianas, mientras que la transfobia expresa la hostilidad y rechazo que reciben las personas que portan una identidad de género diferente a la impuesta por el orden sexual hegemónico.
La homosexualidad fue una enfermedad inventada en el siglo XIX por la ciencia para establecer un modelo de sexualidad legítimo y productivo al régimen capitalista del momento: la heterosexualidad; la que reguló los usos del cuerpo y los placeres. Todavía las/os travestis y trans son consideradas/os como "enfermos/as" bajo el término de "disforía de género"; así también las personas intersex son sometidas a cruentas intervenciones quirúrgicas y psicológicas para "normalizar" sus genitales, es decir, adecuarlos a la lógica binaria del sistema de género.
Por eso, esta fecha es un día de lucha de los colectivos de lesbianas, gays, travestis transexuales, bisexuales e intersex para denunciar la violencia sistemática a la que nos somete el régimen sexo-político imperante que es la heteronormatividad.
Las lesbianas feministas de "fugitivas del desierto", junto con un grupo de cómplices igualmente pertinaces, inundaremos la ciudad con 350 sobres con la inscripción "corpus inscriptus/sedición carnal". Cada sobre-diagnóstico contiene una reflexión sobre esta fecha y se podrán topar con él en cajeros automáticos, supermercados, plazas, paradas de colectivos, teléfonos públicos, escuelas, consultorios médicos, salas de espera de los hospitales, aulas universitarias, y todo otro lugar que se transite cotidianamente.

fugitivas del desierto - lesbianas feministas y sediciosas - lesbianizando el entramado urbano