martes, noviembre 28, 2006

LESBIANAS CONTRA LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES


En conmemoración del 25 de noviembre, día internacional por la no violencia contra las mujeres, las lesbianas de "fugitivas del desierto" apostamos a la creatividad política no sólo para denunciar el maltrato y la violencia contra los cuerpos de las mujeres y todo aquello considerado "femenino", si no también para poner de relieve las formas de resistencia frente a esa violencia. Si la violencia circula, nuestra resistencia también.

Por eso te invitamos a ver, participar, chusmear, agitar, en las:

"Las ESCOBAtientes"

Instalación con escobas intervenidas en la zona de la pergolita (entre Av. Argentina y C. H. Rodríguez)
Viernes 24 de noviembre de 17 a 20 hs
Habrá materiales diversos para llevarse.


Fragmento del texto "Las ESCOBAtientes"

"...las buenas costumbres nos tornan dóciles, el lamento en solitario es injusticia, registra el tiempo perdido, las palabras del daño, las que hicieron de tu cara el mapa de su victoria fálica, tu guión en la escena de la obediencia, ...
únete a las ESCOBAtientes, hinca tus dientes en la carne del patriarca, para reconocer su sangre y dar alarma a las demás, infunde fuerza, hagamos del dolor nuestra furia."

fugitivas del desierto- lesbianas feministas
trolas del desierto- lesbianas pendencieras

lunes, noviembre 27, 2006

Poéticas de la subjetividad
Nuestros cuerpos como itinerarios del activismo lésbico-feminista

“Dicen que han aprendido a contar con sus propias fuerzas. Dicen que saben lo que en conjunto significan. Dicen, que las que reivindican un nuevo lenguaje aprenden primero la violencia. Dicen que las que quieren transformar el mundo se proveen ante todo de fusiles. Dicen que ellas parten de cero. Dicen que empieza un nuevo mundo”
Las guerrilleras, de Moniqe Wittig

Fugitivas del desierto es un grupo de lesbianas que nos reivindicamos feministas porque compartimos los aportes teóricos y políticos de los diversos feminismos, aunque siempre especificando nuestra diferencia. Nos dedicamos a la reflexión acerca de nuestras propias vidas y experiencias que tensionamos con producciones teóricas, recuperando aquellos aportes de feministas y lesbianas que sistematizaron su análisis del mundo. Por otro lado, también realizamos acciones políticas poniendo en debate en el espacio público temáticas silenciadas como: heterosexualidad obligatoria, discriminación por orientación sexual, visibilidad lésbica, derecho al aborto, violencia contra las mujeres, derecho a decidir sobre el propio cuerpo, entre otras.Para nosotras, el feminismo comprende una serie de prácticas diversas, dispares, y, a menudo, contradictorias, que dibujan, sin delimitarlo nítidamente, un fértil territorio de confrontación y diálogo. Los feminismos hablan de ti y de mí, de yo y la alteridad, de tu/nuestro/su lugar en el mundo y en el lenguaje, en el mundo del lenguaje y en el lenguaje del mundo. Sin embargo, no queremos dejar de hacer la distinción –de lo más pertinente en este ámbito- entre interesarse en el feminismo como movimiento social, para así diversificar los objetos de estudios -lo cual no garantiza en absoluto la transformación de la mirada crítica- e incorporar el punto de vista de la teoría feminista como subversiva incitación a una profunda y radical reformulación del conocimiento.En particular, las lesbianas luchamos contra la invisibilidad institucionalizada, fruto al parecer de pensársela como una forma de deseo femenino que amenaza seriamente la estabilidad del modelo de sexualidad reproductiva que impone a las mujeres el mandato de la maternidad.Sabemos que un nombre siempre es recorte y modelaje de una determinada categoría de inteligibilidad. Cuando pensamos en el nombre del grupo, numerosas denominaciones se hicieron presentes al momento de decidir. Finalmente, Fugitivas del desierto resultó el más aclamado, tanto por lo que significaba para nosotras como por la multiplicidad de sentidos que podía adquirir. Nuestra cartografía de sentidos entonces se fue armando a partir de las siguientes argumentaciones:“Así como los siervos en la Edad Media se escapaban del sistema de señorío, las lesbianas nos escapamos de a una de la heterosexualidad (Monique Wittig, escritora lesbiana)Fugitivas escapando de la compulsividad heterosexual, esa forma de sexualidad que se impone y sostiene como obligatoria.Fugitivas desafiando la presunción heterosexista, por eso nos nombramos lesbianas. Fugitivas porque huimos de la clase “Mujer” como construcción patriarcal, pero compartimos la opresión con todas las demás mujeres.Fugitivas luchando contra la lesbofobia, el silencio, las diversas formas de violencia e invisibilización. Fugitivas porque nuestros itinerarios son inciertos y, a su vez, situados. Neuquén es un paisaje que, en el imaginario social, está asociado al desierto. El desierto patagónico es producto del imaginario del viaje imperial, y se fue constituyendo como el lugar ideal donde actualizar fantasías masculinistas y heterosexistas. Por lo tanto, el desierto -así como la heterosexualidad- tampoco es un paisaje del orden de lo “natural”. Desierto y heterosexualidad son construcciones sociales que nos imponen la naturaleza como principio normativo y sobredeterminado. Son paisajes sociales cargados de significaciones políticas.Por eso, somos fugitivas del desierto, lesbianas que huyen de esa construcción política del desierto como naturaleza, de la heterosexualidad como destino biológico.”
Nuestra relación con el género es problemática, difusa, impaciente, cambiante. Pero, si bien jugamos con patrones de género que siempre nos resultan o demasiado grandes o demasiado pequeños —y habitualmente las dos cosas al mismo tiempo—, pretendemos transformarlos, expandirlos y cuestionarlos con nuestras prácticas cotidianas. El género es una ficción encarnada, discursiva e institucionalizada, altamente versátil y profusamente patrullada, que tiende a orientar y regular nuestras identificaciones y a establecer los códigos sobre cómo hacer y vivir cuerpos diferentemente sexuados en una sociedad concreta. Entonces, más que un colectivo de género, somos un grupo que se fuga del género como tecnología de producción de cuerpos sexuados. Las normas que gobiernan la anatomía humana idealizada imponen un orden dicotómico en el que los cuerpos se ordenan jerárquicamente como femeninos y masculinos. Sobre tal construcción se erigen innumerables instituciones y operaciones que producen la verdad de la masculinidad y la feminidad, a las que Teresa De Lauretis denominó “tecnologías del género”. La jerarquización sexual de los cuerpos, como precondición de todo sistema de diferencias sexuales, no sólo privilegia el deseo por el sexo opuesto antes que el deseo por el propio, sino que propicia el mito de que existe una diferencia sexual verdadera o natural. Aquellos cuerpos y conductas que no se ajustan a estas normas quedan entonces condenados a la anormalidad y la discriminación. De esta manera se construye la matriz heterosexual como «rejilla de inteligibilidad cultural a través de la cual se naturalizan cuerpos, géneros y deseos» (Judith Butler, 1990/2001: 38). Esto incluye la determinación de qué cuerpos resultan pensables; cuáles son los cuerpos deseables y por quiénes, qué prácticas son ajenas a qué cuerpos y, por supuesto, qué regímenes político-económicos de los cuerpos son permitidos o prohibidos.
Tenemos claro que la presentación y los discursos que circulan a nuestro alrededor a través de los grupos y de las posiciones políticas más tradicionales no nos convocan, sino que nos obturan imaginativamente, provocando que nuestros cuerpos y deseos se diluyan fácilmente en un lenguaje universalizador. Nuestra estrategia, entonces, no es hacer política tradicional; se trata de incidir con nuestro trabajo en un espacio amplio, y sobre todo en nuestras propias vidas, como una necesidad política y un deseo vital.
Vamos contra todo aquello que nos parezca normativo, impositivo, opresor, sin pretensiones de efectos inmediatos como la incorporación de gente a nuestro grupo, así como tampoco en un cambio revolucionario a medio o corto plazo; queremos narrarnos a nosotras mismas e intervenir en el espacio socio-cultural y en la política desde posiciones situadas. De esta manera se configuró el espacio de Fugitivas. Y en esa misma articulación heterogénea de aspiraciones, formas de pensar la política, de momentos del coming out, de formaciones profesionales, lazos afectivos, también emergió otra voz, más revulsiva, con una lógica de actuación queer: las “trolas del desierto” (cuyas pintadas habrán observado a lo largo de toda la ciudad, desafiando desde los paredones a las miradas más conservadoras). Su impulso fue recuperar el insulto y relanzarlo con otras significaciones, más propias, a sabiendas de que las palabras no nos pertenecen del todo; poniendo de relieve las etiquetas peyorativas en un esfuerzo por eliminarlas, sexualizando los elementos cotidianos, des-sexualizando otros, lesbianizando todos. Existe, por una parte, un discurso identitario y de la afirmación, ese es el espacio de las Fugitivas; y por otra, un discurso de desplazamiento de las propias identidades y las propias estrategias políticas, ahí estamos las Trolas, con una estética “pendenciera” o “ladina”, propensa a la riña intelectual, a increpar, que pretende configurarse como un campo de posibilidades de prácticas astutas, recalcitrantes al orden central de clasificación política del saber. Todavía queda un trabajo por hacer en cuanto a interrelacionar los discursos de la identidad con una serie de desafíos políticos como el anticapitalismo, el discurso contra la militarización, contra la mono-culturalidad, etc.; para así atender a las complejas intersecciones constitutivas de las relaciones de subordinación a las que nos enfrentamos mujeres concretas, respondiendo no sólo a las relaciones de género o de clase, sino también al racismo, la lesbofobia, a los efectos de la colonización que, retomado a Bhavnani y Coulson, podemos denominar capitalismo heteropatriarcal racialmente estructurado. Como dijéramos el 28 de junio del año pasado, día del orgullo lésbico, gay, travesti, transexual, bisexual, en la jornada “Nuestros placeres, nuestras resistencias: “Hoy no estamos haciendo una celebración de las diferencias en el libre mercado del consumo capitalista, sino una celebración de nuestra existencia y sobrevivencia “rebelde” en un sistema capitalista y patriarcal que intenta, permanentemente, re-colonizar aquello que escapa a su control.” Son nuestros cuerpos los que queremos marcar de forma diferente, para que se hagan visibles y, en la medida en que se hacen visibles, puedan nombrar realidades ocultadas, silenciadas e ignoradas. Sin embargo, una parte importante de esta lucha está en nuestra propia subjetividad, en batallar contra el odio hacia nosotras mismas, el que hemos aprendido en los gestos minúsculos de la vida. “La batalla real contra la opresión empieza para todas nosotras debajo de nuestra piel”, dice Cherrie Moraga,.Utilizamos como una forma más de nombrar, estrategias políticas de neto corte artístico, con dosis de ironía y parodia, especialmente con las trolas. Esta autodesignación resulta agresiva para mucha gente, sin embargo, para nosotras corporiza nuestro aspecto más reivindicativo, lejos de la respetabilidad y la asimilación. Así lo hemos hecho hasta con consignas del propio feminismo, tratando de des-identificarnos, como cuando decimos: nosotras no parimos, nosotras lo decidimos ; la heterosexualidad no es destino; somos lesbianas y podemos ser más lesbianas; e incorporamos otras que van contra la normalización, como aquella que firmamos como: OCA (organización de clítoris activos).
Seguimos reivindicando el término lesbiana porque en nuestra realidad es un término que sigue generando resistencias, y lo seguiremos usando en tanto sea una identidad negada, repudiada, desautorizada. Sabemos que las categorías son históricas y provisorias, pero elegimos el sitio de nuestra resistencia, con la contingencia y parcialidad que esto supone. Sabemos que no hay identidades auténticas, pero tampoco buscamos la liberación de la identidad. El término lesbiana significa para nosotras una posición política que no sólo expresa una identidad, sino más bien, una suerte de encarnación de situaciones y personificaciones claramente vulnerables.Como las palabras son espacios de disputas políticas, solemos utilizar el término disidencia sexual para hacer referencia a nuestro activismo, en vez de inscribirnos en la comúnmente usada –y tolerada- “diversidad sexual”, porque diversidad remite a un libre mercado del deseo, en el cual cada uno elige el suyo sin ningún tipo de objeción, efectos o consecuencias. Lejos de esta perspectiva liberal, optamos por disidencia para poner de manifiesto la existencia de una norma opresiva y nuestro deliberado alejamiento de ella, nuestra resistencia.
En este sentido, poniéndonos en juego desde nuestro “tortillaje guerrero”, “Las líneas de batalla que trazamos desde el impulso epistémico tortilla, incitan a la posibilidad de ser sujetas de enunciación del conocimiento y a la transformación del espacio público. En una fecha como el 28J es prioritario hacer que la normalidad se dé cuenta de que ella misma es también una identidad, sólo que es la identidad dominante y la más opaca. La norma heterosexual no se revela de manera explícita, su fuerza reguladora radica en la afirmación e imposición tácita del deseo legítimo”.Las imágenes que elegimos, nuestras propias creaciones, al igual que la boletina “La sociedad de las extrañas” (que es un medio de difusión en papel, muy sencillo, tipo fanzine, sostenido como medio de comunicación acerca de las actividades fugitivas así como de las diversas perspectivas lésbicas, feministas, y de literatura escrita por lesbianas), responden a ese deseo de no dejar que los otros nos representen.Por una parte, somos hiperidentitarias: lesbianas, fugitivas, trolas, extrañas; pero por otra, jugamos a la complejización de la identidad, de ahí nuestro volante “Soy la lesbiana...” (masculina que no quiere ser varón pero tampoco “mina”; con la que dormiste anoche y ahora no saludás; con el plato vacío de los barrios y el barro en los zapatos; indocumentada en un país que culpabiliza al inmigrante fronterizo; que resiste “la seguridad” del encierro y el gatillo fácil; de la que hablás en secreto a mis espaldas, etc); es decir, no somos siempre las mismas, no nos vamos a definir siempre igual, no somos un grupo con un ideario estable, con una estrategia definida cuya meta es la toma del poder en el sentido clásico de hacer política, sino que es la afirmación de una identidad silenciada y, a su vez, una descentralización y contestación a una identidad fija, incluso a la identidad lesbiana tal como está formulada por algunos sectores del lesbo-feminismo, y en la cual nos sentimos encorsetadas. Es decir, estamos en una negociación continua de nuestra representación como sujetos sexuales, pero como sujetos sexuales políticos, y no como sujetos sexuales privados. Para nosotras el arte es político, y en este sentido tratamos de abrir una brecha en un marco y en un lenguaje determinado, el del arte. La instalación “Heridas”, que trataba de activar la participación de las/os transeúntes en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, fue un claro ejemplo de lo que queremos hacer ** (contar un poco). También lo es la muestra fotográfica sobre cuerpos, estéticas y estilos lésbicos “contra/bando. deseo & insumisión”, con 26 imágenes de lesbianas y mujeres bisexuales, pensada como “praxis de contra-mudez” que “altera la tranquilidad heteropública”, como “la desobediencia a localizarnos en el punto invisible del silencio”.
Podríamos decir que la lucha como lesbianas es una lucha particular como cualquier otra. Sin embargo, la maquinaria política que la etiqueta como “particular” frente a otras causas aparentemente “universales”, esconde, en primer lugar, el carácter específico de cualquier lucha, y en segundo lugar, la pretensión de homogeneidad de las mismas, por más que se lleve adelante en nombre de, por ejemplo, “las mujeres”, “los trabajadores”, “los pueblos originarios”, “los derechos humanos”. ¿De qué mujeres estamos hablando, de que trabajadores, de qué pueblos? Si se lucha por los derechos humanos ¿quién tiene el estatus de “humano”? ¿cómo está sexualizado, racializado, inserto en relaciones de producción este sujeto “humano”?Hay una pretensión de universalidad, de homogeneidad, una jerarquía de luchas en las que la sexualidad y el cuerpo suelen quedar excesivamente rezagados, demostrando la persistencia del presupuesto liberal-burgués de que son aspectos de la vida que pertenecen al ámbito privado. Así, clasificar las luchas como particulares o universales es mantener una estructura de pensamiento dicotómica, propia de la modernidad, que inhabilita las diversas articulaciones entre los distintos sistemas de opresión.Cuando pretendemos argumentar por qué hacemos activismo lésbico (que tampoco es un campo homogéneo sino plural y diversificado), nos sentimos luchando contra un imaginario que jerarquiza las luchas políticas y sociales. La lucha de las lesbianas puede cartografiarse desde las demandas políticas de igualdad que garanticen el derecho a la diferencia.
También, hay que atender en estos momentos al avance de los movimientos fundamentalistas; se muestran profundamente heteropatriarcales, al propender al control y la regulación de la sexualidad de las mujeres como solución a todos sus “fracasos”. En los discursos fundamentalistas religiosos y en las prácticas estatales, los cuerpos y mentes de las mujeres, tanto como los espacios domésticos y públicos que ocupan, se convierten en el primer terreno de regulación de la moralidad, de inscripción del control patriarcal. La política se convierte, entonces, en la tarea constante que nos invita a ser capaces de subvertir esos modos de vida que nos depara el capital, a potenciar las diferencias y las singularidades, y a articular espacios realmente potentes que desafíen los límites impuestos del orden heteropatriarcal. De esta manera, el feminismo “lesbiano” no es una categoría esencial sino un campo de cuestionamiento que representa una lucha por los marcos políticos del análisis, los significados de los conceptos teóricos, la relación entre teoría, práctica y experiencia subjetiva; además, muestra la lucha por las prioridades políticas y las formas de movilización, que tiene que desarmar la paradoja de construir a las mujeres «lesbianas» y «heterosexuales» como categorías opuestas, fijadas «esencialmente». En este campo, una experiencia inédita de articulación entre diferentes grupos y activistas lesbianas del país, es la que se está llevando a cabo –no sin dificultades- en el Espacio de Articulación Lésbica. Desde ese espacio, hemos lanzado este año, la campaña nacional “Cambiemos las preguntas”, por una atención digna de las lesbianas y mujeres bisexuales en los sistemas de salud, con un documento que revela los obstáculos para una adecuada atención debido a la presunción heterosexista de médicos/as.
Fugitivas es, por sobre todo, un proyecto, en el sentido estricto de «apuesta» a construir otros modos de subjetividad, con palabras propias, a forjar nuestra caja de herramientas en búsquedas expresivas, abiertas a experimentaciones, mutaciones de habla e innovaciones de estilo que desborden los esfuerzos reguladores del régimen heterosexista.Por eso, nuestra forma de organización suele ser descentralizada, poco jerárquica y ciertamente muy poco institucionalizada, predominando la estructura horizontal sobre la vertical.Nosotras, que «afirmamos sin exagerar que en la mayoría de los países del mundo gays, lesbianas y transexuales son discriminados, encarcelados, torturados y/o asesinados», insistimos en que nuestros cuerpos son políticos, son discursos, lugares materiales de «articulación productiva de poder y saber». El machismo, la lesbofobia, la transfobia, la utilización política y económica de la pandemia del sida, son armas de destrucción masiva que han provocado violencia y muchas muertes. Son los terrorismos silenciados y silenciosos, las diferentes violencias simbólicas y materiales ejecutadas desde la articulación de diferentes micro-poderes para la defensa y vigilancia de la dicotomía heterosexual jerarquizada. Por eso, rechazamos el establecimiento de un determinado espacio político como el único desde el que reclamar la resistencia. Porque, para muchas personas, lo quieran o no, sus propios cuerpos abyectos son ya «política», cotidianos campos de batalla susceptibles de ser interpelados violentamente y a su vez cuerpos-resistencia que incitan al cortocircuito de las normatividades. Lejos de entender el poder como el conjunto de instituciones que garantizan la sujeción de los individuos, compartimos con Foucault, que «el poder es un campo múltiple y móvil de relaciones de fuerza donde se producen efectos de dominación de largo alcance pero nunca completamente estables», y denunciamos que el régimen heterosexual aterroriza cualquier otra forma de sexo/género/deseo que no se ajuste a sus imposibles criterios normativos. Pero, recordemos siempre: donde hay poder hay resistencia.
Es imprescindible entender que en estos tiempos de feminización del sida, penalización del aborto y las muertes de mujeres que provoca, la precarización de la existencia y el trabajo, el avance de los fundamentalismos católicos y de derecha, el empobrecimiento y judicialización de la infancia, la represión de la juventud, las demandas de interculturalidad, la fuerza política de posicionarse en el espacio público desde el lugar de la sexualidad –de politizar la sexualidad-, radica en la creación de condiciones, significados, presencias, visibilidades, relaciones, desde donde sea posible imaginar una variedad de posibilidades que permitan reordenar y desordenar el régimen de la sexualidad heteropatriarcal. Para nosotras, “la primera revolución es la supervivencia”; por eso, la opresión sexual no puede desligarse de la lucha más general por la transformación social y cualquier lucha por la transformación social deberá interrogarse acerca de qué cuerpos, sexualidades y deseos está privilegiando y cuáles está posponiendo o dejando a un lado. Nuestras identidades como lesbianas y feministas son un terreno político donde resuena el deseo o la profecía de “otro mundo posible”, y hace del trazado de nuestros cuerpos, los mapas de nuestro activismo. El poder para sobrevivir lo construimos empuñando relatos, ficciones, narrativas, que son las herramientas que hacen y deshacen los mundos conocidos y los deseados. No queremos una carta de admisión a este mundo tal como está, pretendemos y exigimos una lucha política que no sea incompatible con la manifestación del placer, porque si la política es “un salto, una discontinuidad en donde se produce una inflexión de lo posible hacia lo imposible”, la incorporación triunfal de la fiesta a una sociedad generada, planteada y administrada en lo lúgubre ¿no es acaso una acción que corporiza otra forma de vivir la vida? fugitivas del desierto – lesbianas feministas / Octubre del 2006
Bibliografía• “El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer” Carmen Romero Bachiller,Silvia García Dauder y Carlos Bargueiras Martínez (Grupo de Trabajo Queer. Editorial traficantes de sueños, Marid, 2005• “Nos toca a nosotras”¿Es la lucha de las lesbianas una lucha particular? Valeria Flores. Fugitivas del desierto, 2006, en http://www.rimaweb.com.ar/ • "Intersectando Latinoamérica con el latinoamericanismo. Discurso académico y Cr´tica cultural”, Nelly Richard en Teorías sin disciplina (Latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate). Edición de Santiago Castro-Gómez y Eduardo Mendieta. México: Miguel Ángel Porrúa, 1998.• “Políticas del Tercer Milenio: De las viejas luchas a la política de lo simbólico”, Purificación Mayobre Rodríguez, Universidad de Vigo• “Saberes académicos y reflexión crítica en América latina”, Nelly Richard, CLACSO.

jueves, noviembre 23, 2006



Para las trolas
Quero divagar porque ya tive presa
e levo este sorriso porque ya choré demais

ahora que sopla questo céfiro violento
las palomas se cagan en los hombros del tango
y en las botas del yutita explotan
los cuetes más portentos de la navidad,
rebeldión quiero que te llames concha
crueldad mía vamos a divagar
que ya estuvimos tanto presas.
Gracias a nuestra amiga Griselda por el poema.

martes, noviembre 21, 2006

FUGITIVAS lesbianizando la cotidianeidad


“Así como los siervos en la Edad Media se escapaban del sistema de señorío, las lesbianas nos escapamos de a una de la heterosexualidad (Monique Wittig, escritora lesbiana):
Fugitivas escapando de la compulsividad heterosexual, esa forma de sexualidad que se impone y sostiene como obligatoria.
Fugitivas desafiando la presunción heterosexista, por eso nos nombramos lesbianas.
Fugitivas porque huimos de la clase “Mujer” como construcción patriarcal, pero compartimos la opresión con todas las demás mujeres.
Fugitivas del desierto es un grupo de lesbianas que nos reivindicamos feministas porque compartimos los aportes teóricos y políticos de los diversos feminismos, especificando nuestra diferencia. Nos dedicamos a la reflexión acerca de nuestras propias vidas y experiencias que tensionamos con producciones de teóricas feministas y lesbianas. Además, realizamos acciones políticas poniendo en debate en el espacio público temáticas silenciadas como: heterosexualidad obligatoria, discriminación por orientación sexual, visibilidad lésbica, derecho al aborto, violencia contra las mujeres, derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, libertad a Romina Tejerina, etc. En particular, las lesbianas luchamos contra la invisibilidad institucionalizada, el silencio y la negación sobre nuestra existencia y las políticas de (hetero)normalización social.
También tenemos otra voz, más revulsiva, con una lógica de actuación queer, : las “trolas del desierto”, con la intención de recuperar el insulto y relanzarlo con otras significaciones, más propias; poniendo de relieve las etiquetas peyorativas en un esfuerzo por eliminarlas.
Apostamos a la creación de nuestros propios discursos e imágenes con el objetivo de apropiarnos e incidir en las dinámicas de representación social. Nuestro desafío es sostener una praxis lésbico-feminista que politice la cotidianeidad y nuestras propias vidas.